Pinito y yo estamos de paseo. Nos
encontramos con un ex compañero de trabajo (mío) que se para
delante de la panadería y nos saluda.
Él: Hola, ¿qué tal?
Yo: Bien, bien, ¿y tú?
Él: Pues fatal, porque resulta que
tengo la boca seca y una carraspera permanente, no sé si te lo habré contado...
Yo: Sí.
Él: La boca seca a todas horas y la garganta irritada, como rasposa, una sensación muy desagradable, y he ido a
un montón de médicos de varias especialidades distintas, y me han hecho
muchísimas pruebas, en el hospital, en la residencia, por el seguro
privado, incluso a un naturópata fui, y todos me han dicho que...
Yo [interrumpiendo educadamente]: Sí,
que no te preocupes.
Él: Que aunque la sintomatología esté
ahí, que por supuesto no me lo discuten, no se ve ninguna anomalía,
ni en el escáner ni en la resonancia ni en la endoscopia ni en la
exploración ni en los análisis ni en ningún lado, y es tremendo,
no solo por el problema físico, sino por la incertidumbre, qué
será, qué no será, tendrá cura, cuándo dará la cara...
Yo [resignada]: Claro.
Él: Tengo que ir a todos lados
cargando con una botella de agua, imagínate.
Yo [interesada]: ¿Una garrafa de diez
litros?
Él: No, una botella de las pequeñas.
Yo: Vaya.
Él: Y he perdido peso, con lo fuerte
que estaba yo antes. Y anímicamente me he venido abajo, porque es muy
duro.
Yo: Claro.
Él: Se sufre un montón, las
relaciones familiares se resienten, es difícil explicarlo...
Yo: Pobre, sí.
Él [valiente]: Y aquí estoy,
aprendiendo a vivir con lo que me ha tocado.
En este punto, no sé por qué, siento que se me salta
la palanca.
Él: ¿Y tú cómo andas?
Yo: Bien. Bueno, tuve un
ataque epiléptico, me encontraron un tumor en el cerebro, me operaron, resultó que el tumor era
maligno, me volvieron a operar, y ahora, aun con medicación,
sigo teniendo convulsiones de vez en cuando, a veces no puedo hablar
y la boca se me tuerce para este lado. Me ha dicho el médico que con suerte
estaré al 70% de mis capacidades en seis meses más. Pero vamos, en
general, bien.
Él empalidece.
Yo [entre psicópata e informativa]:
Ahora ya vuelvo a tener pelo y no se me ven las marcas, pero cuarenta grapas
me pusieron en la cabeza. Bueno, ochenta, si sumamos las dos
operaciones.
Él [descompuesto]: Y así, ¿de repente?
Yo [definitivamente psicópata]: Sí,
sí, nunca sabe una lo que puede pasar, aquí estamos de
prestado, el cuerpo es una máquina delicadísima, ya sabes.
Se me ha ocurrido ofrecerme para provocar
ataques de ansiedad a hipocondríacos molestos. Seguro que conocen alguno. Precio a convenir.